Construcción de caseríos

Nuestros caseríos considerados como unidades de producción agropecuaria familiar son de origen medieval, habiendo adoptado su estructura actual entre los siglos XII y XIII. Los más antiguos que se conservan, tras superar los riesgos que suponen, sobre todo, las humedades e incendios al estar construidos de madera, no sobrepasan los quinientos años de antigüedad, habiendo perdurado varios centenares del siglo XVI. Fue durante el Renacimiento cuando se produjo el auge de estas construcciones. Tradicionalmente han tenido una doble finalidad. Por un lado como vivienda, casi siempre unifamiliar, y por otro como soporte de una actividad económica ejercida por sus moradores.

Se trata de un bien raíz de carácter troncal que se transmite indiviso de generación en generación. Aunque P. Larramendi distinguía tres clases, etxondo, etxalde y basarri (que alude a "baso" bosque y "erri" gente), según su cercanía a los pueblos, el aislamiento constituye una de sus características básicas, siendo otra de sus peculiaridades el que tienen nombre propio reconocido por vecinos y autoridades, que además, se mantiene invariable a lo largo del tiempo.

Aunque no se dispone de estadísticas fiables acerca del número de caseríos de la Comunidad Autónoma Vasca, en Guipuzcoa constituye un valioso inventario el aportado por Iñaki Linazasoro en su libro Caseríos de Guipuzcoa(1). Según el mismo al inicio de la década de los años sesenta, el número de familias campesinas era de unas 10.400, y 12 años después, en 1972, 8.820. En el 60 por ciento de los caseríos el cabeza de familia alternaba un trabajo fijo en la industria con las labores agropecuarias. Del total señalado más de las dos terceras partes (6.792) eran propiedad de los que las ocupaban y el resto (2.028) estaban en régimen de arrendamiento. El número de caseríos deshabitados y en ruina era de 1.494. Las localidades con mayor número eran San Sebastián (483), Oyarzun (411), Azpeitia (355), Oñate y Bergara (353) en cada caso, Azcoitia (254) y Elgoibar con 234.

Los caseríos vascos destinan del orden de una cuarta parte de los espacios disponibles a vivienda familiar, con la cocina-comedor como elemento central. La cuadra para el ganado se ubica en la misma planta y sirve para que contribuya al calentamiento de aquella. En la primera altura el pajar para el almacenamiento de la hierba, y para llevar a cabo los numerosos trabajos que requiere la actividad habitual y que no pueden hacerse en otras dependencias de la casa. Bajo el tejado el desván o granero, que se utiliza para almacenar los productos que se cosechan. Cada espacio tiene características específicas para la labor a que van destinadas, que lógicamente se han ido adaptando a las necesidades de cada época. En numerosos caseríos se destinaba un espacio al lagar en donde se prensaban las manzanas y se obtenía el mosto, que conservado en barricas acababa convertido en sidra.

La construcción de los caseríos ha sido una actividad compleja que ha requerido especialistas de gran habilidad y experiencia. A pesar de ello, en casi ninguno de los numerosos estudios llevados a cabo sobre los mismos se trata de los hombres que los diseñaron, de los que levantaron sus muros de piedra o realizaron su estructura interior de madera, logrando en muchos casos, las magníficas edificaciones que todavía podemos contemplar.

Aserrado de troncosAserrado de troncos para su utilización en la construcción de caseríos.

 

(1) Caseríos de Gipuzkoa. Iñaki Linazasoro. Caja de Ahorros Provincial de Gipuzkoa. Colección documento n1 4 1974.